Gran causa del malestar de nuestros tiempos. En circunstancias de la época, hay cambios sociales y económicos, demanda de instantaneidad de las comunicaciones, la volatilidad de las relaciones. La ansiedad hace furor en el cuerpo (taquicardia, sudoración, sensación de ahogo, sensación de muerte), todo el mundo hace lo que puede para calmar la ansiedad a través de la comida, el trabajo agotador, el juego, fumar, entre otros.
La problemática ansiosa deriva de conflictos inconscientes de quien padece, lo cual alienta la expresión y la necesidad de pensar y crear mejores condiciones. El estado ansioso podría implicar, como mencionamos anteriormente:
Palpitaciones, sudoración, temblores, sensación de dificultad para respirar, dolor o molestias en el tórax, náuseas o malestar abdominal, sensación de mareo, escalofríos o sensación de calor, parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo), desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (sensación de separarse de uno mismo), miedo a perder el control o “volverse loco”, miedo a morir. (DSM IV, 2014, pp. 134)
El proceso psicoterapéutico implica la lectura del síntoma como una singular que emerge del sujeto, reacción ansiosa. Frente a esto, es fundamental conocer la función de ese síntoma que aparece. ¿Cesa en algún momento? ¿Acaso es inherente a nosotros como seres humanos?
Lidiar con la ansiedad implica necesariamente aquella lectura del conflicto psíquico que nos trae a palestra, la posibilidad de darle cabida a lo que aqueja, más que solo darle lugar mediante la identificación de lo sintomatológico del cuerpo, aquel malestar evidente que toca la puerta para ser traducido.